Sexfulness: conecta con el otro y potencia tu placer.

Fuente Revista OHLALA - 25/07/16
Se requiere una gran apertura para improvisar con las emociones que nos encienden y valentía para manifestarlas mientras emergen. Por eso, muchas veces nos perdemos la posibilidad de conectarnos en serio por factores cuya existencia ni notamos. Acostumbradas a la adrenalina y al "chapoteo" afectivo, nos revolcamos un rato y seguimos la vertiginosa ruta hacia nuestros objetivos mientras un montón de información queda desparramada a nuestro alrededor.

¿QUÉ NOS DISTRAE?

-Demasiado estímulo audiovisual:
"mirar desde afuera", un encuentro es un vicio mental que tenemos todos en esta era, en la que nos la pasamos mirando de afuera absolutamente todo. No solo la vida de los demás, ¡la nuestra! Eso hacemos cuando "filtramos" o "retocamos" nuestra existencia para mostrarla. El equivalente a esto en la cama es preocuparte por el ángulo que le estás dando a un flaco, por la manera en que se ve tu carne así estrujada, por los ruiditos que te salen o la cara que ponés. Todo esto es parte de este vicio que nos trae la mirada "audiovisual" de la vida. Pero el sexo conlleva tacto, olfato, sabores y sensaciones que no tienen que ver con los sentidos que más abarrotamos de "data" por estos días. Entre las sábanas hay emociones y urgencias que superan esta concepción tan exigente de lo estético y este foco tan limitado. Muchas requerimos urgente desentrenarnos en el arte de mirar y juzgar y volver a sentir y vivir. Irónicamente, eso es conectarse.
-La eficiencia:
somos eficaces, queremos resultados. En el sexo, el resultado es el orgasmo. Eso creemos, eso nos enseñan desde el porno hasta las películas románticas. Incluso el mundo que nos rodea: hacer por hacer, sin "logros", en casi todo, se considera un fracaso. ¿Qué sentido tiene franelear y sentir esto entre las piernas si no vamos a explotar? ¿Por qué no "acabar" lo que se empieza? Si el clímax no llega, consideramos que la cosa falló. Por ende, un montón de gente toma a su pareja como un objeto del cual hay que sacar algo llamado "orgasmo". A algunas les pega por el lado de obtenerlo, a otras, por el lado de provocarlo, y entonces, en vez de mirar a nuestro hombre con deseo, lo miramos con ansiedad, buscamos esa poderosa señal que nos diga que hicimos todo bien. Lo mismo les pasa a ellos. Cuando el placer se convierte en un trofeo para el ego, te desconcentrás de lo importante.

-Querer llenar casilleros:
en esta era hay algo que es casi peor que ser "una cualquiera": no tener sexo. ¿Cuántas son las que no se admiten decir que hace mucho que no tienen ganas? ¿Que no quieren dormir con alguien por dormir con alguien y ya? La opresión internalizada por tener sexo hace que muchas veces lo tengamos sin realmente saber por qué. O "porque sí". El sexo, que es increíble cuando una arde de deseo, cuando te encanta la persona con la que estás o lo que sea que vayas a hacer, pierde todo el sentido cuando se reduce a cumplir una función fisiológica, y ni hablar de un imperativo social. A veces, esa es la razón por la que cuesta tanto estar presente: porque no tenías tantas ganas de estar ahí o de estar con ese hombre. Esto puede explicar por qué estás en la cama pero con tu cabeza en tu check list.

-La dispersión general:
una no puede "estar en cualquiera" y de repente "estar cien por cien acá". La atención es un ejercicio, una disciplina que requiere, además, un verdadero conocimiento propio. Si realmente no estás atenta a lo que le pasa a tu compañero, tu vida está despelotada y las personas que te cruzás tampoco te prestan suficiente atención, la desconexión será casi la única opción. Tarde o temprano, en la cama, habrá un piloto automático que se volverá, irónicamente, impiloteable. Nos encanta pensar en el sexo como algo que separamos de todo lo otro, pero somos seres integrales y, tarde o temprano, la ficha cae. Si no estás atenta a las sensaciones que la vida en general te va provocando, tal vez llegues a situaciones sexuales que no logren derretirte verdaderamente. Esas sensaciones son justamente las que te habilitan a estar presente. Una elige con qué intensidad se zambulle en lo que vive, pero poder elegir también es parte de estar presente.

-La automatización del encuentro:
nadie tiene que pensar mucho para hacer el camino hacia el trabajo, para lavar los platos, para ducharse. Las cosas que son parte de la rutina se interiorizan de tal manera que podemos hacerlas de forma automática y ahorrarnos energía, dilemas, decisiones. Esto, que es un alivio total en situaciones de estrés, es un estrés en otras. Si encarar tu encuentro sexual te da pereza y las cosas que te encendían ahora son parte del panorama, es momento del sacudón. A la hora del deseo, la adrenalina y cierto miedito casi siempre son bienvenidos, por eso solemos extrañarlos cuando no están. Pocas cosas te hacen sentir tan viva como el sexo, siempre y cuando los encuentros no se hayan convertido en algo tan predecible como el recorrido entre las góndolas del súper.

-La sabiduría corporal:
el sexo es un acto físico. Requiere energía y salud. Si te fijás, lo primero que se nos "cancela" al enfermarnos es el deseo. Generalmente, el cuerpo no te estimula al acto de reproducirte si no hay cierto resto de energía. Si tu cabeza está enroscada por el estrés, tu cuerpo está exigido o tu corazón te duele, es muy probable que tu energía esté en otra parte. Es importante preguntarnos qué nos está pasando, si estamos comiendo lo suficiente, respetando procesos naturales como el sueño o la digestión, para entender por qué estamos apagadas o dispersas. A veces, simplemente necesitamos ese resto de energía que no podemos poner voluntariamente y que el cuerpo retiene. Aprender a observar y a no juzgar eso también hace al desafío de estar atentas.

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